Otoño de 1989
El decimocuarto álbum que Billy Joel (Bronx, NY, 9/5/1949) grabó para la Columbia Records se puso en venta en España a comienzos del otoño de 1989. Unas pocas semanas antes, el 9 de septiembre, se produjo mi segundo arribo a Europa. A diferencia de la primera vez, en este segundo viaje me acompañaban mi primera mujer y mi hijo mayor, que aún no había cumplido dos años. Llegábamos dispuestos a iniciar una nueva etapa de nuestras vidas, lejos de la Argentina y confiados en encontrar en nuestro nuevo destino la tranquilidad que habíamos perdido.
La hiperinflación y el desencanto cívico que caracterizaron el último tramo del gobierno del presidente Alfonsín nos obligó a hacer las maletas con algún que otro apuro. Apenas tuvimos tiempo de seleccionar lo que llevaríamos con nosotros y ya no fuimos capaces de pensar en todo lo que dejábamos y que no volveríamos a ver. Sólo el que ha emigrado sabe de la sensación tan amarga que se experimenta cuando uno deja abandonados a su suerte sus pertenencias, sus recuerdos, sus pequeñas cosas.
La era digital aún no había comenzado y lo que hoy se podría digitalizar y empaquetar en un archivo comprimido que se transporta en unos cuantos discos o se cuelga en algún lugar de Internet, por entonces sólo se podía mirar por unos segundos con un nudo en la garganta y guardar con pena en algún sitio. El destino de estos objetos era, incluso, más incierto que el de sus resignados dueños.
Recuerdos en viaje
Por alguna razón que no conozco bien, tal vez por cábala o por algo parecido, estaba acostumbrado a llevar conmigo algunos discos. En aquella dolorosa selección final, optamos por cruzar el Atlántico con toda la obra, conocida hasta entonces, de Billy Joel, seguros de que aquellas canciones -que hoy son clásicos inmortales- representaban mucho más de lo que decían. Habían pasado 12 años desde la primera vez que llegó a mis manos un LP de BJ (The Stranger, 1977) y desde entonces cada canción, cada movimiento, cada verso eran un recuerdo fijo en una estampa cerrillana, la memoria activa de un tiempo de juventud vivido intensamente en un espacio que, sólo por momentos, parecía querer rebelarse contra su destino de periferia de la periferia.
No podía abandonar aquellos discos, no sólo por lo que contenían sus surcos, sino porque detrás de cada compra había una historia casi épica. Por ejemplo, las semanas enteras de ayuno y frangollo durante mi servicio militar (1980-1981) que me permitieron comprar "Piano Man", "Streetlife Serenade" o "Turnstiles" en aquellas épocas en que los vinilos importados directamente de los Estados Unidos abarrotaban las disquerías porteñas. La copia de "Songs in the Attic", que me compró mi hermano Alejo durante su viaje de estudios a los Estados Unidos o "An Innocent Man", que me dio en mano, en el mismo aeropuerto de Salta, mi recordada cuñada Marta Alicia, tras su regreso de España en 1984. Para qué contar que "The Bridge" (1986) fue el primer CD que tuve en mi vida y lo que debí de andar y revolver para conseguirlo.
Frente de tormenta
Cuando "Storm Front" salió a la venta en España, por un acto reflejo, salí disparado hacia El Corte Inglés para hacerme con una copia. Apenas si había reparado en el pequeño detalle de que no tenía ningún aparato en donde reproducirlo. Pero me las ingenié para colarme en una exposición de aparatos de sonido "high-end" que por aquellas fechas se había montado en el hotel Eurobuilding de Madrid, en el corazón del barrio de Chamartín, y allí, saltando de Nakamichis a AKG's, pude escuchar una por una las canciones del nuevo álbum.
De repente, aquella pasión silenciosa por la música de Billy Joel y mis intentos de instrumentalizarla con fines nostálgicos, se convirtieron en algo mucho más actual, mucho más excitante.
{mosimage}Televisión Española había anunciado que un sábado entre tantos tendría entre sus invitados al "hombre del piano" en gira por Europa para promocionar Storm Front. Lo cierto es que, como en casi todos los sitios, Billy Joel había roto algunas marcas con "We Didn't Start the Fire", una canción increíble por la monotonía de su dibujo musical y porque su letra no tenía oraciones ni frases sino titulares y nombres propios (Mickey Mantle, Kerouac, Sputnik, Chou En-Lai, Bridge on the River Kwai), organizados en una línea de tiempo.
Hay que recordar que aquella canción incluía entre aquellos nombres el de "Juan Perón" y nada hace sospechar que Billy Joel lo haya incluido casualmente o por la influencia de las hemerotecas. No sabremos quizá nunca qué cosas evocará en la memoria de Billy Joel la figura de Perón, pero su mención junto al nombre de Roy Cohn (famoso abogado responsable de la condena de los Rosemberg y martillo del no menos famoso senador Joe McCarthy) parece ir más allá que una simple rima.
Billy Joel en España
Al final, Billy Joel apareció en aquel programa de Televisión Española, aunque no teníamos para nada claro su presencia en España. Sospechábamos que el vídeo -que era un playback de estudio- había sido hecho en Londres, o en algún otro lugar, varias semanas antes de su emisión, y que nuestro hombre tal vez no pisaría Madrid. De aquel vídeo sólo recuerdo el impacto visual de una morocha espectacular (Crystal Taliefero, percusionista y multiinstrumentista nacida en Gary, Indiana) que desde hacía poco tiempo antes acompañaba a Billy Joel es sus conciertos.
Hasta que llegó el 31 de octubre de 1989. Aquel día, la poderosa Cadena Ser, controlada por el grupo mediático más importante del país, el Grupo Prisa, anunció a través de su emisora Los 40 Principales una entrevista en directo, en sus estudios, a Billy Joel. ¿Sería ésto verdad o se trataría sólo de un farol que se tiraba la radio?. El anuncio fue súbito. No hubo campaña previa ni nada. Lo dijeron en la radio a las 9 y media de la mañana y lo repitieron cinco o seis veces, anunciándolo en unos casos para la una, en otros para las dos o incluso para las tres. Todo indicaba que Billy Joel estaría en aquella radio aunque no era posible precisar la hora.
(Continúa)
Encuentro con Billy Joel
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