Un antecedente remoto
Mi primera página web personal se publicó alrededor del mes de agosto de 1996. Entre otros contenidos intrascendentes, incluía un primitivo fake fotográfico, hecho con un programa informático llamado Aldus Photo Styler, abuelo del actual Adobe PhotoShop, que me permitió sustituir la imagen original de Pierce Brosnan, el agente 007, por la mía, y aparecer así rodeado de mujeres hermosas.Todo aquello duró en el ciberespacio hasta que la malvada "Patora", una especie de Lex Luthor incaico, denunció mi poca vergüenza ante las autoridades eclesiásticas, para las cuales yo trabajaba en aquella época.
Las webs personales
Desde entonces, y con ocasión del gran crecimiento de la Web, me he dado cuenta de que las páginas personales son un poco inútiles. Quienes las poseen suelen ser personas que están encantadas de conocerse; que rinden un culto a su propia personalidad adornando su casa con fotografías de sí mismos y que, por lo general, emplean el "plural mayestático" cuando hablan en primera persona.En poco o en nada ha cambiado este panorama la irrupción de los weblogs y el desarrollo de la blogósfera. La mayoría de los bloggers que conozco son ególatras o exhibicionistas con un peculiar sentido del pudor y del ridículo, aunque es posible reconocer en una minoría de ellos a estupendos y amenos escritores.
Mis razones
¿Por qué entonces insistir con mi página personal? Hay varias razones para no abandonar la idea. La primera es que pienso que la humildad y el recato personal también pueden tener un lugar en este gran escaparate de las vanidades que es Internet. La segunda, que me divierte contar historias, me gusta ejercitar la memoria y me fascina mantener pulsos silenciosos con gentes retorcidas, como la abyecta Patora, que ven con desconfianza y pavor cualquier insignificante presencia mía en el ciberespacio.Si alguna diferencia puedo señalar es que mientras el que escribe estas líneas se empeña, día a día, en vivir como un ser humano normal y corriente, otros luchan a brazo partido por hacerse un lugar, aunque sea pequeño, en el ya poblado firmamento de las "personas importantes". Es la lucha de los "sin nombre" por hacerse con uno.
Si ya es complicado ser importante de verdad, imaginaros cuán complejo y difícil de llevar debe ser el "creerse importante".
Un hombre honrado y humilde, que alcanzó en su vida altas responsabilidades, prometió a su posteridad escribir un libro que llevase por título "La estupidez de creerse importante". No tuvo tiempo suficiente para acometer la obra y dejó con su promesa incumplida. En su homenaje, quisiera que la portada de esta web personal llevara este título, porque, de verdad, quien firma estos contenidos es realmente "un tipo poco importante".